lunes, 19 de diciembre de 2005

La dieta de la Edad de Piedra



Domingo 18 de diciembre de 2005
The New York Time Magazine
CIENCIA Steven D. Levitt y Stephen Dubner

Seth Roberts, de 51 años de edad, es un profesor de psicología en la U. de California en Berkeley. Si usted lo hubiera conocido hace 25 años, lo habría considerado un hombre con gran cantidad de problemas. Sufría de acné, se despertaba muy temprano y pesaba 90 kilos (su estatura era de 1,60 metros).Pero ahora muestra una piel saludable, parece que descansa bien, es un ser afable, pesa alrededor de 70 kilos y parece 10 años más joven de su edad real.

¿Cómo ocurrió esto?
Tuvo la inteligente idea de transformar sus problemas personales en temas de investigación y se embarcó en una de las más largas batallas de autoexperimentación científica conocida por el hombre. No sólo explorándose a sí mismo más allá de lo sensato, sino también registrando rigurosamente cada dato puntual en toda la trayectoria.Muchos investigadores descartan la autoexperimentación pues no parece lo suficientemente científica: no hay grupo de control. Tampoco puede hacerse un experimento "de doble ciego", pues el científico y el sujeto de estudio son la misma persona.Gran cantidad de experimentos de laboratorio, en especial en el campo de la medicina, fracasan por usar una pobre metodología o por un flagrante interés personal. En el caso de Roberts, su interés personal es extremo, pero al menos es obvio. Su metodología es tan simple -probar un millón de soluciones hasta que encuentra una que funcione-, que permite una gran transparencia.En cierto modo, la autoexperimentación tiene más en común con la economía que con las ciencias "exactas". Al no poder llevar a cabo experimentos al azar, los economistas quedan confinados a aprovechar cualquier información significativa.Supongamos que usted es un economista midiendo el efecto de las prisiones en las tasas de crímenes. Lo que a usted le gustaría hacer es que unos pocos estados elegidos al azar súbitamente liberen 10.000 presos, en tanto otros estados también elegidos al azar encarcelen a 10.000 personas adicionales.Al no poder hacer un experimento tan perfecto, usted se ve forzado a confiar en algo menos exacto. Por ejemplo, demandas judiciales que acusan a varios estados de hacinamiento en las cárceles. En ocasiones, eso obliga a las autoridades a liberar gran cantidad de presos. (Y sí, los crímenes en esos estados aumentan bruscamente después de que se libera a gran cantidad de detenidos).¿Cuál puede ser un medio más apropiado de generar información que explotar el propio cuerpo? Roberts comenzó con su acné, y luego con su falta de sueño y le llevó más de 10 años de experimentación, pero descubrió que su insomnio mañanero podía ser curado si el día anterior se saltaba el desayuno y pasaba más de ocho horas de pie.Más extraña aún es la solución que encontró para su malhumor: si bien veía televisión al menos una hora cada mañana, nunca lo hacía por las noches.

Cuando encontró esta solución, Roberts, como otros científicos, llegó hasta la Edad de Piedra buscando una explicación. Las investigaciones antropológicas sugieren que los primeros seres humanos tenían variados contactos personales cada mañana, pero muy poco después del atardecer, un hábito que Roberts imita ahora cuando se trata de la televisión.También fue la Edad de Piedra que inspiró su sistema para controlar el peso. Había intentado la dieta sushi, una dieta de pasta, una dieta de cinco litros de agua por día y varias más.

Todas resultaron ineficaces.Pero en el camino descubrió que nuestros cuerpos están regulados por un "set point", una especie de termostato de la Edad de Piedra que establece un peso óptimo para cada persona.

Pero este termostato funciona de manera opuesta al que hay en su casa.Cuando su casa se enfría, el termostato enciende la caldera. Pero según la teoría del set-point, cuando la comida escasea, usted se vuelve "menos" hambriento. En cambio, usted se vuelve más glotón cuando hay mucha comida a su alrededor.Esto puede parecer contrario a la lógica, como ordenarle a la caldera de su casa que funcione solamente en verano. Pero hay una crucial diferencia entre la calefacción en su casa y las calorías: mientras que carece de sentido almacenar el aire caliente en su casa para el invierno siguiente, hay una manera de guardar calorías para usarlas en el futuro. Se llama grasa. En este sentido, la grasa es como el dinero: se puede obtener hoy, ponerlo en el banco y retirarlo más tarde cuando se necesita.

Durante una época de escasez en la cual su comida siguiente dependía de una caza exitosa este sistema era vital: permitía gastar sus ahorros de grasa cuando la comida faltaba, y hacer depósitos cuando la comida era abundante.El investigador cree que este sistema iba acompañado por un poderoso mecanismo de señales: cada vez que se ingería una comida sabrosa (lo cual se vinculaba con una época de abundancia) o que era conocida (lo cual indicaba que usted la había comido antes y se había beneficiado con ella), su cuerpo le pedía que pusiera en su banco tantas calorías como fuese posible.Roberts cree que estas señales eran asociaciones aprendidas tan confiables como la campana de Pavlov que sirvieron muy bien a la humanidad. Hoy, sin embargo, en los lugares donde hay oportunidades constantes de comer, estas señales pueden conducir a la gordura.Así que Roberts probó con el sistema de la Edad de Piedra.

¿Qué pasaría si pudiese mantener bajo ese termostato enviando menos señales de sabor?

Una solución obvia era un dieta blanda, pero eso a Roberts no le interesaba (él es en realidad un gourmet). Después de una gran cantidad de experimentos, descubrió dos agentes capaces de engañar al estómago.Unas pocas cucharadas de aceite sin sabor (él usó canola o aceite de oliva extra liviano), tomadas unas pocas veces al día entre las comidas, le proporcionaron algunas calorías adicionales a su cuerpo, pero no activaron la señal para almacenar más.Algunas onzas de agua azucarada (usó fructosa granulada, que tiene un índice glicémico más bajo que el azúcar en tabletas) produjeron el mismo efecto. (Lo dulce parece no actuar como "sabor" en el sistema de señales de calorías del cuerpo).

Los resultados fueron increíbles. Roberts perdió 18 kilos en tres meses y nunca los volvió a recuperar. Pudo comer bastante cuando y donde quería, pero estuvo mucho menos hambriento que nunca antes.En la comunidad académica, la autoexperimentación de Roberts encontró muchos críticos, pero también serios admiradores. Entre los últimos está el apreciado psicólogo Robert Rosenthal, que ha elogiado a Roberts por "aproximarse a la información con un espíritu exploratorio más que confirmatorio", y por realizar el análisis de los datos "como una ocasión para confrontar una sorpresa".

Pero la extraña solución de Seth Roberts -que ha apodado la Dieta Shangri-La- ¿funcionará realmente para los millones de personas que la necesitan? Con la empresa creada en torno a la dieta Atkins en cesación de pagos, los habitantes de Estados Unidos están ansiosos por otra receta.

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