domingo, 26 de marzo de 2006

¿Cuanto vale la Felicidad?


Una controvertida pero fecunda área de investigación

¿Es posible ponerle precio a la felicidad?

Psicólogos y economistas estadounidenses estudian sus orígenes y su impacto en los negocios con un solo fin: cuantificarla

WASHINGTON.-
Polémico, sí, y quizás algo utópico, también. ¿Es posible ponerle precio a la felicidad? ¿Tasarla? ¿Medirla? ¿Pedir una indemnización en un juicio de divorcio por no tenerla? Sí, según una de las más controvertidas -y crecientes- áreas de la investigación científica en Estados Unidos. Los académicos bucearon en las causas de la depresión durante décadas. Evaluaron sus consecuencias y las técnicas y medicamentos para remediarla o paliarla. Pero en los últimos años apuntan a su opuesto: la felicidad, sus orígenes y su impacto. Hasta, por qué no, en los negocios. Así es como un estudio concluyó que los solteros estadounidenses, de ambos sexos, al igual que los casados que tienen baja frecuencia de actos sexuales, necesitan ganar US$ 100.000 adicionales al año para sentirse tan felices como un cónyuge felizmente casado y con buena rutina sexual. La conclusión del estudio liderado por el profesor de economía del Dartmouth College, David Blanchflower, tiene consecuencias explosivas: abogados en Estados Unidos analizan si es posible cuantificar una "pérdida en la felicidad" de sus clientes al plantear una demanda de divorcio, según expuso The Wall Street Journal en un artículo reciente. La cifra "compensatoria" que podría reclamarse no es menor, incluso para los parámetros de Estados Unidos, donde el ingreso promedio per cápita es de US$ 30.547 al año, según el relevamiento de 2004 de la Oficina de Censos norteamericana. Con esa cifra oficial como parámetro, el estudio de Blanchflower lleva a algunos a pensar que tener una buena frecuencia sexual equivale a tener ingresos económicos tres veces superiores a los de un estadounidense promedio, pero felizmente casado. Sus conclusiones se suman a los de otros estudios, como los desarrollados por el profesor de marketing de la Universidad del Estado de Nueva York Michael Guiry, que estudia desde 1998 las conductas y personalidades de quienes pasan horas en los shoppings. Guiry concluyó que salir de compras como una forma de recreación es para muchos una forma de reafirmarse. O, en otras palabras, que quienes compran porque sí suelen tener una autoestima más baja que quienes sólo compran ante una necesidad. Todo un nicho para la publicidad. "El próximo paso en mi investigación es hacer un estudio para ver si la identidad del comprador recreacional se mantiene en otras culturas", anticipa Guiry a LA NACION. "Aunque no he hecho investigaciones en la Argentina, esperaría similares sensaciones acerca -y conductas hacia- las compras recreacionales que en Estados Unidos." Lo primero es la salud Los hallazgos de Guiry se combinan con los del profesor de psicología y neurociencia de la Universidad Stanford Brian Knutson. Tras medir las diferencias observadas en el flujo de oxígeno dirigido al cerebro, Knutson concluyó que las personas suelen sentir más felicidad y satisfacción de la anticipación de una compra que en el momento en que adquieren el producto deseado en sí. Semejante conclusión es un aliciente para las áreas de marketing de cualquier empresa a la hora de armar una campaña publicitaria, que ya sabían del asunto: promocionar la experiencia de un producto es tan o más importante como el producto en sí. Otros académicos se concentran en la faz económica de la felicidad. ¿Existe un ingreso mínimo para ser feliz? Tres analistas del Centro Pew de Investigaciones, Paul Taylor, Cary Funk y Peyton Craighill, encuestaron a 3015 estadounidenses. Y concluyeron que la felicidad es más común entre quienes ganan más de US$ 100.000 al año (un sueldo propio ya de la clase media-alta en este país), van a servicios religiosos y... adhieren al Partido Republicano.

El profesor de sociología y demografía de la Universidad del Estado de Pennsylvania, Glenn Firebaugh, prefiere destacar, en cambio, la idea de la "riqueza relativa": la gente se compara con quienes considera sus pares por edad, lugar o similares trabajos, más que por parámetros absolutos o teóricos de salarios o riqueza. Firebaugh también defiende, de todos modos, el clásico concepto de que aunque el dinero ayuda a la felicidad, pero no la genera, ni garantiza. Y que la salud es más relevante que una cuenta bancaria, después de estudiar a más de 18.000 estadounidenses. En esa línea va, también, el profesor de kinesiología de la Universidad de Illinois, Edgard McAuley, que pudo verificar en los hechos el precepto de que el ejercicio físico le permite a ser más feliz en la tercera edad, elevando la autoestima y la confianza. La firma Sensory Logic avanzó, en cambio, por la senda abierta por el profesor retirado de psicología de la Universidad de California en San Francisco, Paul Ekman, que estuvo durante décadas los rasgos faciales de cada emoción. Empresas como Canon, Toyota, Whirpool y American Express usan ahora los servicios de la firma para medir cuáles de sus productos hacen realmente felices a sus clientes.

Por su parte, Martin Seligman, profesor de psicología de la Universidad de Pennsylvania, apuntó a la resistencia. Comprobó que quienes tienen más fortaleza mental son más felices. La derivación laboral de ese principio es directa: las empresas que enseñan a sus vendedores técnicas para lidiar con clientes dubitativos -como novias- o para áreas complejas -como funerarias- suelen vender más. Y compañías como Sprint Nextel y David´s Bridal están usado los hallazgos de Seligman. Pero las conclusiones de Blanchflower son, de seguro, las más controvertidas.

Tras estimar en US$ 100.000 el dinero extra necesario para ser feliz si se tiene poco sexo o que se es igualmente feliz con menos ahorros dinero pero más sexo, el académico dio otro paso. Blanchflower también midió la diferencia pecuniaria entre tener sexo una vez a la semana con una pareja monógama o una vez al mes: la diferencia para ser feliz, entre los estadounidenses, ronda los US$ 50.000 al año.

Por Hugo Alconada Mon Corresponsal en EE.UU.

domingo, 8 de enero de 2006

Dominando el Enojo, una clave para el logro de sus metas


Cómo hacer que el enojo no nos domine


Es una mezcla confusa e incontrolable de sensaciones...

La temperatura del cuerpo sube, los músculos de la cara se tensan y la adrenalina dispara en segundos un cóctel de disgusto, hostilidad, indignación y exasperación, que puede resultar explosivo.

Sin embargo, a diferencia de lo que se cree, el enojo es una sobrecarga de energía que se puede controlar. El secreto está, según coinciden los especialistas, en saber reconocer los síntomas físicos y emocionales que nos provoca y la magnitud de la reacción con que respondemos frente a esa energía. “Nos enojamos cuando algo nos frustra, como un atascamiento de tránsito, una mala respuesta o una amenaza a la integridad física o al honor. Los motivos y los grados de intensidad son variadísimos, pero todos tienen un elemento común: debajo de cada enojo hay una frustración. Y la función esencial del enojo es darme más energía para enfrentar el obstáculo que me produce esa frustración", explicó a LA NACION el médico psicoterapeuta Norberto Levy, reconocido por el desarrollo del método de autoasistencia psicológica y por su estudio de las emociones. En general, y basta con recordar cualquier experiencia vivida, enojarnos no suele solucionar los problemas que disparan su existencia. Muy por el contrario, los agravan porque culturalmente se considera que el enojo es una forma de defensa contra una agresión, aunque no sea así.

El enojo es una emoción completamente natural e incluso sana, porque es el mecanismo que dispara una carga mayor de energía por todo el cuerpo para alertarnos sobre la presencia de un obstáculo que nos impide alcanzar un objetivo deseado. La finalidad de la sobrecarga energética, cuyo mejor indicador es una fuerza física mayor que la habitual, es justamente permitirnos pasar ese obstáculo. En definitiva, el enojo es un estado emocional normal que varía en intensidad. Puede presentarse sólo como una molestia pasajera, una irritación moderada, furia o ira. Al igual que el resto de las emociones, el enojo no llega solo. También produce cambios fisiológicos: aumenta el ritmo cardíaco, la presión arterial y las hormonas de la energía, la adrenalina y la noradrenalina. "El enojo es un sentimiento displacentero, que provoca signos físicos internos y externos, como la taquicardia, la sudoración y la ruborización, que pueden llegar hasta picos de hipertensión, gritos y agresiones físicas", puntualizó la psicoanalista Marcela Barilari, coordinadora docente y supervisora del Centro Dos. Para la especialista, al sentir ese malestar difuso habría que detener de inmediato la acción y abstraerse de la escena para preguntarse cuál es el reclamo que está en juego. "El enojo es como la fiebre, se la atribuye a múltiples causas", señaló con humor. Contar hasta 10 Como se puede ver, sea cual fuere la estrategia recomendada para manejar el enojo (ver "Receta contra el enojo"), la lista de consejos nunca excluye uno ya tradicional: contar hasta diez antes de reaccionar. Esto permitirá identificar qué es lo que realmente nos molesta y no dirigir el reproche hacia una persona, cuando es una situación la que provoca el malestar. Según un trabajo de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), manifestamos el enojo de tres maneras: lo expresamos, lo suprimimos o lo calmamos.

Expresarlo sin agresión es la forma más saludable de hacerlo, según la APA, y puede ayudar decir claramente qué habría que hacer para resolver el problema. Suprimir el enojo, en cambio, incluye saber redirigirlo para evitar internalizarlo y correr el riesgo de "descargarlo" a través de enfermedades como la hipertensión arterial o la depresión. En cambio, logrará deshacerse del enojo si lo "retiene" apenas detecta sus síntomas, deja de pensar en aquello que lo provocó y se concentra en alguna tarea que disfrute hacer. Pero para calmarlo deberá no sólo controlar su comportamiento, sino también sus respuestas internas: bajar el ritmo cardíaco, tranquilizarse y dejar que el disgusto ceda. "Lo mejor es tomar distancia de la acción y advertirle al otro que estoy en una situación emocional que impide continuar una conversación -sugirió la licenciada Barilari-. Y cuando es el otro el que se enoja, deberíamos tratar de poner paños fríos a la situación y no engancharse con el problema ni responder a la agresión. No es ése el mejor momento para que el otro entre en razones."
Por Fabiola Czubaj De la Redacción de LA NACION

Receta contra el enojo
1.- Respire lento, profundo y de manera constante.
2.- Relaje los músculos de la cara, en especial el mentón, la frente y la boca.
3.- Aléjese del lugar para poder pensar u olvidar la situación.
4.- Repase por qué lo afecta el problema.
5.- Intente ver la situación desde otro punto de vista.
6.-Planifique posibles soluciones con actitud positiva.
7.- Haga ejercicio para aliviar las tensiones y el enojo.
Link corto: http://www.lanacion.com.ar/770541

lunes, 19 de diciembre de 2005

La dieta de la Edad de Piedra



Domingo 18 de diciembre de 2005
The New York Time Magazine
CIENCIA Steven D. Levitt y Stephen Dubner

Seth Roberts, de 51 años de edad, es un profesor de psicología en la U. de California en Berkeley. Si usted lo hubiera conocido hace 25 años, lo habría considerado un hombre con gran cantidad de problemas. Sufría de acné, se despertaba muy temprano y pesaba 90 kilos (su estatura era de 1,60 metros).Pero ahora muestra una piel saludable, parece que descansa bien, es un ser afable, pesa alrededor de 70 kilos y parece 10 años más joven de su edad real.

¿Cómo ocurrió esto?
Tuvo la inteligente idea de transformar sus problemas personales en temas de investigación y se embarcó en una de las más largas batallas de autoexperimentación científica conocida por el hombre. No sólo explorándose a sí mismo más allá de lo sensato, sino también registrando rigurosamente cada dato puntual en toda la trayectoria.Muchos investigadores descartan la autoexperimentación pues no parece lo suficientemente científica: no hay grupo de control. Tampoco puede hacerse un experimento "de doble ciego", pues el científico y el sujeto de estudio son la misma persona.Gran cantidad de experimentos de laboratorio, en especial en el campo de la medicina, fracasan por usar una pobre metodología o por un flagrante interés personal. En el caso de Roberts, su interés personal es extremo, pero al menos es obvio. Su metodología es tan simple -probar un millón de soluciones hasta que encuentra una que funcione-, que permite una gran transparencia.En cierto modo, la autoexperimentación tiene más en común con la economía que con las ciencias "exactas". Al no poder llevar a cabo experimentos al azar, los economistas quedan confinados a aprovechar cualquier información significativa.Supongamos que usted es un economista midiendo el efecto de las prisiones en las tasas de crímenes. Lo que a usted le gustaría hacer es que unos pocos estados elegidos al azar súbitamente liberen 10.000 presos, en tanto otros estados también elegidos al azar encarcelen a 10.000 personas adicionales.Al no poder hacer un experimento tan perfecto, usted se ve forzado a confiar en algo menos exacto. Por ejemplo, demandas judiciales que acusan a varios estados de hacinamiento en las cárceles. En ocasiones, eso obliga a las autoridades a liberar gran cantidad de presos. (Y sí, los crímenes en esos estados aumentan bruscamente después de que se libera a gran cantidad de detenidos).¿Cuál puede ser un medio más apropiado de generar información que explotar el propio cuerpo? Roberts comenzó con su acné, y luego con su falta de sueño y le llevó más de 10 años de experimentación, pero descubrió que su insomnio mañanero podía ser curado si el día anterior se saltaba el desayuno y pasaba más de ocho horas de pie.Más extraña aún es la solución que encontró para su malhumor: si bien veía televisión al menos una hora cada mañana, nunca lo hacía por las noches.

Cuando encontró esta solución, Roberts, como otros científicos, llegó hasta la Edad de Piedra buscando una explicación. Las investigaciones antropológicas sugieren que los primeros seres humanos tenían variados contactos personales cada mañana, pero muy poco después del atardecer, un hábito que Roberts imita ahora cuando se trata de la televisión.También fue la Edad de Piedra que inspiró su sistema para controlar el peso. Había intentado la dieta sushi, una dieta de pasta, una dieta de cinco litros de agua por día y varias más.

Todas resultaron ineficaces.Pero en el camino descubrió que nuestros cuerpos están regulados por un "set point", una especie de termostato de la Edad de Piedra que establece un peso óptimo para cada persona.

Pero este termostato funciona de manera opuesta al que hay en su casa.Cuando su casa se enfría, el termostato enciende la caldera. Pero según la teoría del set-point, cuando la comida escasea, usted se vuelve "menos" hambriento. En cambio, usted se vuelve más glotón cuando hay mucha comida a su alrededor.Esto puede parecer contrario a la lógica, como ordenarle a la caldera de su casa que funcione solamente en verano. Pero hay una crucial diferencia entre la calefacción en su casa y las calorías: mientras que carece de sentido almacenar el aire caliente en su casa para el invierno siguiente, hay una manera de guardar calorías para usarlas en el futuro. Se llama grasa. En este sentido, la grasa es como el dinero: se puede obtener hoy, ponerlo en el banco y retirarlo más tarde cuando se necesita.

Durante una época de escasez en la cual su comida siguiente dependía de una caza exitosa este sistema era vital: permitía gastar sus ahorros de grasa cuando la comida faltaba, y hacer depósitos cuando la comida era abundante.El investigador cree que este sistema iba acompañado por un poderoso mecanismo de señales: cada vez que se ingería una comida sabrosa (lo cual se vinculaba con una época de abundancia) o que era conocida (lo cual indicaba que usted la había comido antes y se había beneficiado con ella), su cuerpo le pedía que pusiera en su banco tantas calorías como fuese posible.Roberts cree que estas señales eran asociaciones aprendidas tan confiables como la campana de Pavlov que sirvieron muy bien a la humanidad. Hoy, sin embargo, en los lugares donde hay oportunidades constantes de comer, estas señales pueden conducir a la gordura.Así que Roberts probó con el sistema de la Edad de Piedra.

¿Qué pasaría si pudiese mantener bajo ese termostato enviando menos señales de sabor?

Una solución obvia era un dieta blanda, pero eso a Roberts no le interesaba (él es en realidad un gourmet). Después de una gran cantidad de experimentos, descubrió dos agentes capaces de engañar al estómago.Unas pocas cucharadas de aceite sin sabor (él usó canola o aceite de oliva extra liviano), tomadas unas pocas veces al día entre las comidas, le proporcionaron algunas calorías adicionales a su cuerpo, pero no activaron la señal para almacenar más.Algunas onzas de agua azucarada (usó fructosa granulada, que tiene un índice glicémico más bajo que el azúcar en tabletas) produjeron el mismo efecto. (Lo dulce parece no actuar como "sabor" en el sistema de señales de calorías del cuerpo).

Los resultados fueron increíbles. Roberts perdió 18 kilos en tres meses y nunca los volvió a recuperar. Pudo comer bastante cuando y donde quería, pero estuvo mucho menos hambriento que nunca antes.En la comunidad académica, la autoexperimentación de Roberts encontró muchos críticos, pero también serios admiradores. Entre los últimos está el apreciado psicólogo Robert Rosenthal, que ha elogiado a Roberts por "aproximarse a la información con un espíritu exploratorio más que confirmatorio", y por realizar el análisis de los datos "como una ocasión para confrontar una sorpresa".

Pero la extraña solución de Seth Roberts -que ha apodado la Dieta Shangri-La- ¿funcionará realmente para los millones de personas que la necesitan? Con la empresa creada en torno a la dieta Atkins en cesación de pagos, los habitantes de Estados Unidos están ansiosos por otra receta.

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domingo, 18 de diciembre de 2005

EMPATIA o ¿Como ponerse en los zapatos del otro?


Nos cuenta Plutarco en una de sus historias, que en aquellos tiempos de la antigüedad había un romano que decidió separarse de su mujer abandonándola.

Sus amigos le recriminaron por ello, pues no veían claros los motivos de aquel divorcio:
- No es hermosa?-preguntaban.
-Sí. Lo es. Y mucho.
-¿No es, acaso, casta y honrada?
-Sí. También lo es.

Extrañados, insistían en conocer el motivo que había llevado a su amigo a tomar una decisión tan extrema.

El romano, entonces, se quitó un zapato y mostrándolo a sus amigos, preguntó:
-¿Es bonito?
-Sí. Lo es -dijeron ellos.
-¿Está bien construído?
-Sí. Eso parece -todos aprobaron.

Y entonces él, volviéndoselo a calzar, les aseguró: -Pero ninguno de ustedes puede decir dónde me aprieta.

lunes, 12 de diciembre de 2005

EL LEÑADOR o a veces hay que pensar antes de ACTUAR


El Leñador
Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que el leñador se decidió a hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le asignó una zona. El hombre entusiasmado salió al bosque a trabajar. En un solo día cortó 18 árboles.

-"Te felicito," - dijo el capataz,"sigue así" .

Animado por las palabras del capataz , el leñador se decidió mejorar su propio desempeño al día siguiente y esa noche se acostó bien temprano.
Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño , no consiguió cortar más que 15 árboles.

-"Me debo haber cansado" –pensó, y decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó y decidió batir su marca de 18 árboles.

Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron 7, luego 5 y el último día estuvo toda la tarde tratando de derribar a duras penas su segundo árbol.
Inquieto por lo que pensaría el capataz, el leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que él se esforzaba al límite de desfallecer.

El capataz le preguntó :
-"¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?"

–"¿Afilarla? No perdí tiempo en afilarla, pues estuve muy ocupado cortando árboles".

Cuántas veces estamos tan ocupados en lo que nos parece urgente, que le restamos tiempo a lo que es importante.... Te invito a pensar... ¿Cuál es el hacha de tu vida, que no estás afilando? ¿En qué estás ocupando tu tiempo, a qué le estás prestando atención? Tal vez estamos tan ocupados en querer llegar al destino, que nos olvidamos de mirar el paisaje...

domingo, 27 de noviembre de 2005

Management en terreno o no se crea gerente, sea ejecutivo de acción


Parábola

El Granjero con la Piedra de la Fortuna en su Bolsillo
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Un granjero, que había perdido mucho dinero después de un año muy malo, recurre nuevamente al banco para solicitar otro préstamo que le permita sostener su granja funcionando durante otro año.

Con renuencia, el banquero otorga un nuevo crédito al granjero, pero le aclara que: —"No podemos permitirnos el lujo de perder el dinero en su granja; o nos demuestra ganancias al finalizar este año, o nosotros ejecutaremos la hipoteca sobre su granja para recobrar nuestro dinero".

Al salir del banco con un nuevo préstamo, el granjero se cruzó con un duende que le pregunta al granjero si necesita ayuda. El granjero le explica que él necesitará "mucha suerte disponible" durante todo el próximo año. Entonces, el duende ofreció venderle una "piedra de la fortuna" que el granjero sólo deberá pagar si la granja ofreciera una ganancia al finalizar el año, luego de devolver el préstamo.

El granjero, comprendió que no tenía nada para perder con esa oferta, así que aceptó las condiciones. Una vez que celebraron el trato con un fuerte apretón de manos, el duende le entregó al granjero la "piedra de la fortuna". Seguidamente le advirtió que la "piedra de la fortuna" sólo sería eficaz si el granjero caminaba todos lo días por todo el terreno de su granja con la piedra en su bolsillo.

Al día siguiente, el granjero caminó todo el perímetro de su finca y notó que diez cabezas de su ganado habían salido del campo a través de un tramo roto del cerco. Procedió inmediatamente a acorralar nuevamente a su ganado y reparó el cerco.

La mañana siguiente, mientras que recorría su finca con la "piedra de la fortuna" en su bolsillo, encontró un agujero de la guarida de un zorro que diezmaba sus polluelos y dispuso estratégicamente algunas trampas. El zorro cayó atrapado esa tarde.

En el tercer día encontró una gran avería en el cobertizo del galpón, lo que exponía a la inclemencia de la intemperie a sus valiosas herramientas.

En el próximo día descubrió y retiró varias piedras que dificultaban el flujo de agua sobre los canales de riego.

Día tras día, el granjero continuó con la rutina de pasear por su propiedad con la "piedra de la fortuna" en su bolsillo tal como le había advertido el duende y, día tras día, fue corrigiendo todo aquello que necesitó ser corregido.

Al final de ese año, el granjero regresó al banco a devolver el préstamo. El banquero, feliz por la prosperidad del granjero y el préstamo recobrado en tiempo y forma, le preguntó al granjero cómo lo había logrado. "Yo no hice nada —respondió el granjero— simplemente, compré una piedra mágica y tuve el mejor año de mi vida".

Al salir del banco, el granjero fue en busca del duende para pagarle la "piedra de la fortuna", más una cantidad de dinero adicional en señal de agradecimiento. Además, el granjero le explicó al duende que llevaría la piedra con él, dentro de su bolsillo, todos los días hasta el final de su vida.

El duende confesó que la piedra no fue el motivo de la "buena suerte" que acompañó al granjero durante ese año. "Simplemente —le dijo al granjero— ocurrió que usted ha estado haciendo las cosas que ha debido hacer desde que tiene una granja: inspeccionar cuidadosamente y regularmente todos sus espacios de trabajo".


Nota de BCHP: Administre en terreno, dando vueltas y preguntando a la gente, sabra lo que pasa, vea lo que hace su gente y se dará cuenta que muchas veces haces cosas de mas y a veces mal.

El explorador del ser


El explorador del ser
El alemán Peter Sloterdijk, uno de los más importantes filósofos europeos de la actualidad, habla en esta nota del lugar del hombre en el mundo y de la crisis que padece hoy Occidente


¿Cómo habitamos el mundo? ¿Cuál es "el lugar del hombre"? En una exploración que conjuga sin cesar el concepto y la anécdota, la observación del mundo y la movilización de la filosofía, el alemán Peter Sloterdijk anticipa una nueva era en que lo liviano se impondrá sobre lo pesado, lo frívolo sobre lo serio, el confort de la protección sobre el principio de realidad. Se trata, asegura, del fin de la necesidad.

A Sloterdijk, un escándalo lo llevó a la fama. En Normas para el parque humano. Una respuesta a la Carta sobre el humanismo de Heidegger (1999), señaló "el fin del humanismo docto" y se preguntó cómo podría evolucionar una humanidad "corregida" por la biotecnología.

La "generación de la memoria", con Jürgen Habermas a la cabeza, se entregó a una confusión (¿interesada?) entre describir y prescribir, observar y aprobar, y lo acusó de jugar con los peores fantasmas del pasado.

No obstante, hoy, Sloterdijk es tenido por una de las mentes más fecundas de la filosofía alemana actual y aun de la europea. La literatura, la filosofía, la arquitectura, el cine, la televisión, las ciencias, en suma, todas las invenciones humanas interesan a este "explorador del ser" que pretende echar los cimientos de un nuevo humanismo. Rector de la Academia de Bellas Artes de Karlsruhe, donde enseña filosofía y estética, Sloterdijk también conduce, una vez al mes, un programa televisivo sobre filosofía. Es además uno de los críticos más mordaces de este fascismo del entretenimiento que ha sustituido el circo romano por el catódico. Y goza ávidamente de los placeres de la vida.

-Espumas, cuya edición francesa salió este año, es el último volumen de su trilogía Esferas. ¿Podría explicar rápidamente el plan de esta trilogía?

-Para comprender mi punto de partida, hay que remitirse a la gran fórmula que utilizó Martin Heidegger para caracterizar la situación ontológica del hombre: el "ser en el mundo". ¿A qué se refiere? Al éxtasis profundo, aquel en que residen todos los secretos de la metafísica. En su famosa conferencia de 1929-1930, Heidegger habla del tedio y, so capa de una breve historia de la naturaleza, hace un análisis apasionante de la diferencia entre las piedras, los animales y los seres humanos. Las piedras son notables porque Heidegger las considera seres privados de apertura [al exterior]. Una piedra jamás tiene vecinos. Puede estar junto a otras piedras, pero el hecho ontológico que llamamos "vecindad" no existe. La piedra carece de aparatos sensoriales: no tiene nervios, ojos, piel, orejas. Tampoco respira. Esta ausencia de vulnerabilidad, de pasaje hacia el otro, encarna, por así decir, el ideal ontológico. Si Dios fuera sustancia, esta sustancia debería parecerse a una roca magnífica, absoluta, inmutable y apática. Pero los animales y, más aún, los seres humanos tienen la desdicha de hallarse inmersos en un medio. Entramos en la realidad del metabolismo, del intercambio, del sufrimiento y de la alegría.

-De hecho, usted sigue luchando con la metafísica.

-Es una batalla, o una segunda batalla, que es preciso librar hoy, como ayer, para recuperar los legados de la metafísica. Durante los siglos XIX y XX, la filosofía fue un esfuerzo por interpretar el testamento de una metafísica difunta. Nos reunimos todos para asistir a la apertura del testamento. Y entre los convocados para interpretarlo, Heidegger fue una de las voces más importantes. Como también Jacques Derrida... Pero Heidegger se detiene demasiado pronto, cuando afirma que el hombre habita en el mundo o en la casa del ser, que es el lenguaje. Yo querría precisar que "ser en el mundo" debería traducirse "ser en las esferas" porque uno nunca está inmediatamente en el todo o, digamos, en un todo acondicionado. El hombre siempre es un arquitecto de interiores; por lo tanto, se construye esferas. Las esferas son realidades trascendentes que dan a la nada, por cuanto es imposible morar directamente en la nada. O bien, para vivir en ella, siempre hace falta una versión esquemática, por así decir, de una casa habitable, aunque sea una caja de cartón desechada por los obreros de una fábrica. No estamos condenados a ser libres; por el contrario, estamos condenados a habitar.

-El modelo de la esfera es la isla. La realidad humana se construye por separación: es lo que usted llama "la isla antropógena".

-Una isla es una isla porque está aislada y la realidad humana es el resultado de una gran operación de aislamiento. El proceso conducente a la realidad humana es la autorreclusión de un grupo humano; ella transforma a los habitantes del grupo del mismo modo que transforma a los monos en hombres. Este proceso comienza con un uso perverso y peculiar de la pata del mono, que se metamorfosea en mano humana: nosotros tocamos de un modo diferente, como lo demuestra Sartre en los maravillosos capítulos de El ser y la nada sobre el gesto de la caricia. La caricia es exactamente el gesto que demuestra que la mano humana se ha vuelto extática. Ya no se contenta con el simple gesto de "asir". Es un toque desenvuelto, interesado, ¡pero libre!. La mano se convierte en una antena del ser.

-Después de la mano, está la oreja...

-Todavía no es el lenguaje, pero nos encerramos dentro de una campana sonora específicamente humana: devenimos miembros de una secta acústica. Vivimos en nuestro ruido y, desde siempre, el ruido común ha sido la realidad constitutiva del grupo humano. Hoy, por primera vez en la historia, los humanos estamos rodeados de aislantes acústicos. En otras palabras, el habitante de cada departamento decide qué oirá o escuchará. Es una de las grandes realidades de nuestra época.

-Salvo los días de los grandes festivales al aire libre, como el Desfile Tecno en Berlín o la Fiesta de la Música en París, en que el habitante ya no puede decidir...

-En ese momento, decide sumergirse en el ruido de un grupo ocasional. Por la mañana, hasta quienes habrán de participar se levantan dentro de un departamento, donde están solos y, al principio, reina el silencio matinal. Y su gesto constitutivo, en su ciclo de vida cotidiana, consiste en elegir una música o una frecuencia de radio que le permita romper el silencio nocturno. Por primera vez, existe una especie de desayuno acústico. Los mediólogos del siglo XX, como Marshall McLuhan y Régis Debray, ya han hecho aportes notables a la comprensión de las dos dimensiones de la realidad insular que hemos mencionado. Otra dimensión de la isla del hombre, poco explorada, es la que he dado en llamar "uterotopos". Debemos comprender que los seres humanos estamos condenados a una práctica metafórica: la necesidad de repetir la situación intrauterina fuera del útero. El hombre siempre depende de un espacio protector para realizar su naturaleza humana; por consiguiente, el medio uterino pasa a ser el símbolo de la actividad mundial. Siempre vivimos en un espacio beneficiado por un exceso de seguridad.

-Pero, entonces, la relación madre-hijo ¿no es un modelo de la civilización, más que su metáfora?

-Y, más que un modelo, es una matriz... En el psicoanálisis, hay una expresión muy útil: la "escena primordial". Es una situación que tiende a repetirse y convertirse en el modelo de todas las situaciones. Pero, a mi entender, su objeto no es la relación triangular con el padre y la situación supuestamente traumática (edípica) de quien presencia la relación íntima de sus padres.

-Para usted, la escena primordial es la competencia por lo que usted llama "el mimo", que es el meollo del proceso de hominización. Un término polisémico, tanto en francés, en alemán y en otros idiomas...

-Paralelamente a su primera acepción, gâterie o Verwöhnung también significan "malacostumbramiento", sobre todo aquel que radica en la voluntad de hacer que la vida nos resulte fácil. Queremos llevar una vida fácil. Tal es el sentido del éxodo antropológico común, que es lo contrario del éxodo judío. Este representa una paradoja porque prefiere la incomodidad a la comodidad.

-¿Entonces la humanidad se define por el hecho de que somos niños mimados o aspiramos a serlo?

-Es absolutamente obvio que el lugar que habitamos debe ser una incubadora que nos estabilice en nuestra inmadurez. La posibilidad de exteriorizar la seguridad produce de inmediato una tendencia al lujo. Y el núcleo del lujo siempre es el infantilismo.

-Esta definición de la humanidad por el "uterotopos" confiere a la mujer un rol muy específico en su desarrollo.

-Absolutamente. El libro básico de todos nuestros conocimientos biológicos debería titularse El origen de la mujer y no El origen del hombre porque la mujer no sólo es un sexo: es una situación. Así pues, ontológicamente, es más rica que el hombre. Sin duda, el varón ha intentado apropiarse de la riqueza femenina. Pero la mujer no se ha apropiado de nada. Ella encarna el ser en tanto situación.

-¿Los senos desempeñan un papel particular? Con todo, el primer mimo es el amamantamiento.

-Por supuesto. Aunque desde que las madres se contaminaron, medio litro de leche biológica es un lujo inaccesible hasta para los multimillonarios.

-Las relaciones afectivas y, luego, sexuales, ¿se ajustan a este modelo del mimo?

-Hasta cierto punto sí, porque el matrimonio es un esfuerzo por crear un espacio cómodo superior al que ofrece el medio ambiente. O bien, se convierte en una simple relación legal. Una de las grandes decepciones del ser humano en la historia de la civilización es la decepción matrimonial. La promesa de mimos recíprocos que, a veces, llamamos felicidad resulta muy difícil de cumplir. Hay que recordarles constantemente sus verdaderos deberes a quienes firmaron ese contrato, o bien, hay que facilitarles el divorcio. Nuestra sociedad ha optado por la segunda posibilidad. Alienta la separación en la medida en que no haya la menor diferencia, en cuanto a felicidad, entre el espacio interior de la pareja y el espacio exterior. Si cada cónyuge no es más feliz con el otro que sin él, suponemos que hay razones suficientes para una separación.

-Si el matrimonio es un compromiso de mimos recíprocos, el día en que usted tenga un hijo ya no mimará a su pareja, sino al niño...

-Es cierto. Los varones son los grandes perdedores en la historia de los mimos y esa es, probablemente, la gran causa de la decepción matrimonial por el lado masculino. Es una de las razones por las que han optado por huir hacia adelante, hacia el heroísmo. Hoy día, como ya no pueden huir hacia las acciones heroicas, la felicidad masculina consiste, más bien, en ser el tercero no excluido de lo que ocurre entre la madre, la esposa, y sus propios hijos.

-Lo que usted ha analizado como la democratización del lujo de dos siglos a esta parte se explica por el hecho de que el "mecenazgo", esa dádiva desinteresada asegurada por la madre, ha sido transferida a otras entidades que cumplen una función "alomaternal".

-Hoy, hasta el último sociólogo y el último psicoanalista admiten que ya no se puede concebir el Estado moderno conforme al modelo patriarcal. Todo el mundo ha comprendido que es preciso refundar la función del Estado dentro de la terminología de una maternización política abarcadora.

-Cuando llegó al poder en Francia, Jacques Chirac definió tres grandes causas nacionales: el cáncer, los accidentes de tránsito y los discapacitados.

-Ese es el Estado terapéutico.

-Esta función maternal no es asumida solamente por el Estado o por las mujeres. El rol del varón en este campo, ¿es una invención tardía?

-El padre siempre ha cumplido una función alomaternal. Pero durante la mayor parte de la evolución humana, dicha función consistió en crear, de ser posible, una envoltura de seguridad suplementaria en torno al espacio madre-hijo.

-Hoy, con eso que llamamos "los nuevos padres", ¿puede decirse que el padre tiende a intervenir en la primera envoltura de seguridad que, antes, era asegurada exclusivamente por la madre?

-Sí. Habría que hablar de una uterización del hombre. Tal vez, eso sería una especie de felicidad...

-En tales condiciones, ¿se puede hablar de un patriarcado en la historia, en el sentido de una dominación masculina?

-Solamente en un sentido legal muy reducido. En el plano psicodinámico, yo vacilaría, porque la mujer ha ejercido su poder en todas las épocas, a través del absolutismo de la relación primaria, el amor concedido o denegado. En este sentido, podemos hablar de un juicio final que no tiene lugar al final, sino al principio, en el momento en que la madre concede o no su amor. Ella ama o no ama.

-A lo largo de la historia, se han sacrificado generaciones enteras privándolas de los mimos. ¿Vivimos hoy en un período específico?

-Después del mimo constitutivo, sin el cual los niños no sobreviven más allá de su infancia, entramos en el reino de la verdad bíblica, es decir, de ese núcleo trágico que el psicoanálisis denominó "el principio de realidad". La aventura del siglo XX es, precisamente, haber puesto fin a ese reinado del principio de realidad, al menos para la mayoría de quienes habitan esta vasta esfera de comodidad, este palacio de cristal que llamamos Occidente. El tema de la reducción de las horas de trabajo, muy europeo, es significativo. El año tiene unas 8600 horas; los franceses trabajan 1500 y los alemanes 1650. Por consiguiente, disponen de una libertad desconocida desde la Edad de Piedra, en el sentido de que su vida no está estructurada por el trabajo. Después de ocho horas de sueño y siete de trabajo, les queda casi la mitad del día. Si tomamos en cuenta los 104 días de fin de semana y 30 de vacaciones, vemos que durante mucho más de la mitad de nuestra existencia ningún patrón puede decirnos qué tenemos que hacer.

-¿Eso significa que prolongamos la infancia y, por ende, que estamos en vías de acabar con el universo bíblico?

-El universo bíblico conoció la adultez en su forma más severa. Fue en la época en que todavía no estábamos condenados a la libertad, sino sometidos a la ley del trabajo o, más bien, del trabajo duro y la lucha a muerte. Ahora, es el consumo a muerte. La crisis que padecemos tiene que ver con el hecho de que no hemos dominado la transición de la seriedad antigua a la frivolidad moderna. Por eso tenemos la impresión de asistir a un embrutecimiento sin precedente. Estamos convencidos de que la humanidad jamás ha sido tan bestial. Es un sentimiento casi omnipresente entre los eruditos y los intelectuales.

-¿Y nos acostumbraremos a eso?

-¡Desde luego! Ese sentimiento indica, simplemente, que el reino de la necesidad ha llegado a su fin. Todos somos huérfanos de la necesidad.

-Nuestro mundo, que todavía conserva un vestigio de adultez, ¿dará lugar a la "isla de los niños"?

-Después de la fiesta del infantilismo desenfrenado, en cierto modo esperamos que regresen los adultos. Pero otro tipo de adultos, instruidos por el elemento de sabiduría que se esconde en el comportamiento de los niños felices y terribles.

Por Elisabeth Lévy
Karlsruhe, 2005


© Le Figaro Magazine y LA NACION

(Trad.: Zoraida J. Valcárcel)


Biografía

Peter Sloterdijk nació en Karlsruhe, Alemania, en 1947. Estudió filosofía, historia y germanística. Actualmente es catedrático de filosofía en la Hochschule für Gestaltung de Karlsruhe.

Obras principales:

. Crítica de la razón cínica (1983)

. El árbol mágico (1985)

. El pensador en escena. Sobre el materialismo de Nietzsche (1986)

. Sobre la mejora de la buena nueva (1988)

. En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica (1993)

. Si Europa despierta (1994)

. Esferas I. Burbujas. Microsferología (1998)

. Esferas II. Globos. Macrosferología (1999)

. Normas para el parque humano (1999)

. El desprecio de las masas (2000)

. El sol y la muerte (con Hans Jürgen Heinrichs, 2001)

. Esferas III. Espumas (2004, aún no traducido al castellano)



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